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6 min read | febrero 26, 2015

Alejandro Magno, tan solo un hombre

Alejandro Magno, tan solo un hombre

Tener un magnífico blog, conseguir una audiencia magnánima, lograr una repercusión de gran magnitud, que la gestión de nuestras redes sociales sean magnificentes a los ojos de las marcas (¿la de un buen Magnum, por ejemplo?)… Llevamos prendida la raíz latina “magno” de cada uno de nuestros pasos, sin apenas darnos cuentas, sin apreciarlo pero marcando nuestras aspiraciones, ansiando ser “tam magnum”, tan grandes.

Es imposible no dedicar un post hoy a uno de los personajes histórico más relevantes que nos viene a la cabeza: Alejandro Magno. Joven legendario que soñó con conquistar el mundo y lo hizo. No, no nos referimos al Alejandro Sanz de sus comienzos que se hacía llamar de este modo, viniéndose un poquito demasiado arriba, todo hay que decirlo, en su esencia más cañí…

Tras este inciso, a tu vera y quedándonos claro que los chulos son pa’ cuidarlos, volvemos al primero de los magnos… Hablamos del guerrero más enigmático de todos los tiempos que, con solo 30 años, gobernaba uno de los imperios más imponentes de la Humanidad, desde Grecia a India, uniendo Occidente con Oriente, condicionando el devenir de la Historia, culturas y política.

Aunque la Historia habla de él como un ser de máximos contrastes, entre el bien y el mal, sabio y asesino, genio y tirano, afán por crecer y también víctima de sus propios delirios de grandeza…

Hoy queremos rescatar de la piedra y la literatura solo al espíritu más fuerte y positivo de Alejandro III de Macedonia para nuestra Influpedia y contagiarnos de todo lo que tuvo de magno. A ese hombre imperfecto que, aunque creyó ser divino e invencible, inspiró al mundo y se convirtió en viral sin más poder que el de sus propios actos y palabras, imponiendo su personalidad y llevando tras él a millones de hombres atentos de sus argumentos…

Paul Cartledge, autor de Alexander The Great, escribió: “Mi Alejandro es una suerte de contradicción: un pragmatista con una veta de falsedad, pero también un entusiasta con una veta de romanticismo apasionado”. Pues bien, con ese nos quedamos. Con el que motiva, el que imprime energía y entusiasmo, el deseado, el imitado, el amado y odiado, el que sorprendió y arrasó, el hombre viral a lomos de un caballo que llevó a gala aquello de “venced vuestro miedo y os prometo que venceréis la muerte”.

¿Por qué temer lo que somos capaces de ser? ¿Por qué no desear nuestra propia gloria, por pequeña o grande que sea, en la vida de carne y hueso o en la que fluye por wifi y las redes sociales? Al final la mayor lucha es contra uno mismo para aspirar a conquistar nuestros propios universos.

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