Marketing de influencers
“Yo te follow”, parecidos razonables con una historia de amor
A veces no pasa. La simple credibilidad en alguien te hace seguir a su lista de follows o la incontinencia digital y el poco espíritu de búsqueda te lleva a agregar y agregar perfiles y nicks que ni si quiera sabes qué esconden. Es como una noche de fiesta y tras las copas y el desenfreno a todo el mundo abrazas y lo haces ya tu amigo. Por un rato, está bien. Al día siguiente no los recuerdas y por pereza, ahí los dejas.
Pero en otras ocasiones, cuando menos lo esperas, tal y como el refranero aventura con las historias de amor, un comentario atrapado en 140 caracteres te sorprende, como ocurre con un perfume o una sonrisa por la calle, de camino hacia algún objetivo que se convierte en absurdo y te permites querer parar el tiempo por siempre en ese preciso instante.
Pues sí, también así ocurre en las redes, con todas sus fases, desde la inocencia y la ilusión, hasta la entrega incondicional o el olvido más obligado. Del postureo a la entrega, de las expectativas al desengaño. No hay edad, no hay horarios, no hay distancias.
Primer impacto. Oyes hablar de alguien, llama tu atención al pasar o lo ves dejándose mirar en casa de otro a quien conoces. Le miras con buenos ojos, algo te despierta curiosidad… Sólo le observas, no te atreves. Empecemos por el principio, ¿cómo se llama?
Pica el gusanillo. Le buscas intencionadamente. Le escuchas, ves cómo se mueve, qué dice y descubres qué música escucha, qué ropa lleva, qué piensa de aquello en que tu piensas y de aquello de lo que no tenías ni idea. Quieres más…
Esa caídita de ojos. Empiezas a mirar, a querer saber. Es cuando preguntas a qué se dedica, por dónde se mueve, dónde vive. Miras su bio, buscas en otras redes, cotilleas las fotos que se te permite ver como extraño invasor. Le haces ojitos y todavía no se ha dado cuenta.
“Yo te follow”. Es como invitar a jugar, enseñar la patita, insinuar. Como enviar ese primer mail, ese mensaje, ese primer tono del teléfono, como llamar al timbre, con los nervios en el estómago ¿Me corresponderá?
Inseguridad de principiante. Han pasado minutos, horas, días y no tienes respuesta. ¿Me habrá visto? ¿Le gustaré? ¿Cuándo me dará bola? Son momentos críticos en que todo puede ir a más, devolver el follow, o a menos, retirárselo con el estigma de la ingratitud. Esperar. Desesperar. Esperanzarse. Volver a desesperar.
Rayitos de luz. Me ha dado un like, un favorito, un… ¡Eh, sé que estás ahí! Dicen que en las redes es la interactuación más fría, más fácil, más insulsa. Pero, como cuando uno se enamora, el mínimo gesto es como una proposición de matrimonio. ¡Sí, quiero!
Por fin, una cita. En una de esas, consultando con desesperación las notificaciones o con desgana, víctima de la desgana, la gran novedad: esa persona te sigue. También “te follow”. Y empieza el remolino de emociones en que de querer saber más, pasas a querer saberlo todo.
Te comento… No quieres parecer desesperado o que tu perfil sea menos interesante que el tuyo, la lista de followers previos no te describe, ni por exceso ni por defecto. De igual modo que son parte de uno las historias de amor y desamor pasadas, pero no definen su presente. El presente es ese comentario que te piensas una y otra vez escribirle, sin usar todos los caracteres, derrochando ingenio, mirando pasar las agujas del reloj para parecer ansioso y, al tiempo, como quien no quiere la cosa, natural. ¿Lo notará?
Atracción compartida. Los esfuerzos empiezan a tener resultado. Repito lo que dice, repite lo que digo. Le escribo, me contesta. Quiero un paso más, ¿hablamos por privado? Ya estamos más cerca.
Las cosas se estabilizan. Ya estoy tranquilo, me hace caso, parece que nos gustamos. No hablamos todos los días, pero sé que está ahí y viceversa.
Celos. Hace días que le comento y no me tiene en cuenta. A veces no me doy cuenta y tengo algún mensaje o interactuación suya. Llegamos tarde pero aún tiene arreglo, pero, ¿será que ha conocido a gente nueva? ¿Pasó la euforia?
Relación abierta. Ahí sé que te tengo, pero voy a conocer a más gente. No pasa nada, nos entendemos, hacemos lo mismo. De vez en cuando aparezco, incluso a una hora de terminada. Cabes en mi agenda pero el tiempo pasa, las cosas cambian, ley de vida.
Y se dan varias nuevas opciones:
Infidelidad. Me has cambiado definitivamente. No me hablas ya. Más celos, hago como desaparezco. Finalmente lo hago. Lo supero, me olvido.
Enfermizo. Hago como que me olvido pero te veo desde una esquina, detrás del visillo, a través de otros… Al contrario que en la vida, tenemos bloqueo.
Quedemos como amigos. Incluso seamos los mejores. Seguimos hablando, dándonos nuestro espacio. Te comento cuando quiero y realmente me interesa. No es que no me acuerde, es que sabemos que estamos pero no hace falta recalcarlo cada día a cada instante. “Te follow” sinceramente.
Y siempre siempre siempre: supera, actúa, olvida, pasa página, aprende, suma y asume. Estás en las redes, ¡vive!
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