Malala Yousafzai y su historia podrían haberse sumido en el silencio que sigue a los disparos, donde solo hay muerte e historias de lucha y valentía frustradas. Malala podría haber muerto sin más, sin importarle al mundo, sin saber siquiera que había existido. Pero una fuerza que escapa al entendimiento, la misma que le hizo desde bien niña luchar contra el monstruo de la ira y la guerra, la rescató. Ella solo quería estudiar y reivindicar su condición humana, por encima de creencias, religiones y límites hacia la mujer. Así lo aprendió en casa de la mano de un hombre, su padre.
Ella solo quería estudiar y cuando el movimiento talibán se torció en terrorista en 2007 en el valle de Swat todo comenzó a cambiar. En 2009, a sus 12 años, le prohibieron ir a la escuela (cerraron más de 400 escuelas en Pakistán) decidió alzar su voz cuanto pudo. Habló con cuantas instituciones y medios pudo pero, sobre todo, comenzó a expresarse a través de un blog en la BBC bajo el seudónimo de Gul Makay.
En 2010 el Ejército pakistaní expulsó a los talibanes de Swat y Malala, como muchas otras niñas, volvieron a la escuela. En 2011 el Gobierno quiso convertirla en un icono pero las amenazas, pese al paso del tiempo, fueron creciendo. Su entorno tuvo que advertirla que había llegado a ser realmente molesta para el movimiento talibán, algo que ella no terminaba de comprender ni creer. Ella temía realmente por la vida de su padre porque pensó que los talibanes no se atreverían a agredir a una niña. Sin embargo, se decía, “si algún día me encuentro con alguno de ellos, le diré que la paz se logra con el diálogo y que la Educación es necesaria para mí y tus hijos. Ahora, haz lo que quieras conmigo”.
Escalofriante leerla en I am Malala y escucharla hablar en cualquiera de los foros en los que se prodiga. Pero todavía más escalofriante cómo continuó su historia: un día, de camino a la escuela, la atacaron a balazos con un objetivo claro: su cabeza. Por fuerte pudo ser rápidamente trasladada a Reino Unido para ser intervenida en una complicada operación. Cuando milagrosamente despertó y tras recupera el habla se mantuvo en su postura pero ahora con más firmeza si cabe: dedicaría su vida a la lucha por la Educación.
Malala es la persona más joven que ostenta el Nobel de la Paz y también cuenta con el premio Sájarov a la libertad de conciencia del Parlamento Europeo. Es indispensable leerla, escucharla y seguirla.