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6 min read | octubre 29, 2014

Heidi, la adorable e inocente influencer de 1880

Heidi, sabionda, inocente y preguntona

Heidi, esa niña inocente y sabionda, que todo lo quiere saber, que todo lo quiere preguntar, con la capacidad de sacar de quicio a los adultos y bajarles los humos a partes iguales. Duerme en un colchón de paja, entre sus amigos combina los humanos con los animales, en especial a Pedro (enamorado sin llegar a los diez años) y Clara Sesseman (una niña bien que no puede andar, de Frankfurt), Niebla (un perro bonachón), Copito de nieve (una oveja como cualquier otra que solo reconoce ella) y Pichí (un pajarillo azul que no es Twitter).

Por culpa de Heidi generaciones y generaciones han crecido creyendo que “Dimetú” era nombre de varón (su abuelo) y que se puede ir descalzo y despelotarse en cualquier época del año allá donde te pille sin resfriarte. Si Heidi hubiera crecido probáblemente sería monja (aprovechando que nunca le crece el pelo y que no para de hacer bondades), hubiera echado currículum al Circo del Sol (por aquello de que solo ella puede balancearse en un columpio de madera llegando a las nubes) o hubiera formado una familia con Pedro, pastor de por vida, mientras ella regentaría un horno haciendo panecillos de leche en honor y recuerdo a la abuelita de su esposo.

 

 

“¿Dime por qué todo es blanco? ¿Dime por qué yo soy tan feliz?”, le pregunta al abuelito. Amenazándole posteriormente con un “nunca yo de ti me alejaré”.

Heidi es de esas pesadas adorables y a la vez irritantes con un sospechoso parecido razonable físico con Marco, otro niño de armas tomar -aunque si le cambias el pelo y color de ojos, ambos son exactamente igual que Clara. Se ve que el cuarto de dibujo iba caro por Japón-. Pero el parecido va más allá: historias de calamidades y sufrimiento familiar envuelto de sonrisas y brincos. En este contexto, Heidi es una niña que consigue hacer incómodas las preguntas sencillas y tumbar con la lógica los argumentos que los adultos diseñamos como mecanismo de protección o dictado de normas para la convivencia.

Era y es una atrevida. Ese corte de pelo es como poco arriesgado y ya se atrevía hace décadas a mezclar el rojo y el fresa en su vestimenta, completando el estilismo con una camiseta amarilla y unos zapatones marrones. ¡Y tan pancha, oye! Eso sí, pronto se deshacía de los zuecos y se quedaba rápido en viso, este sí, blanco impoluto. Sospechosamente impoluto, de hecho, después de tanto dar volteretas por la hierba -de los Alpes Suizos nada menos-, arrimarse al ganado y jugar con el perro.

Heidi en los Alpes suizos
Heidi en los Alpes suizos

La versión de Heidi más popular entre los niños de varias generaciones es la serie televisiva de dibujos animados. Sin embargo, tiene su origen en un libro de la escritora suiza Johanna Spyri de 1880. ¡Sí, de 1880! Llegó al cine en 1937 y no lo hizo a la televisión en forma de dibujos hasta 1974. En total hay como una treintena de versiones de la historia de Heidi. 134 añazos dándolo todo, atemporal, enseñando a padres e hijos. Esto es ser influencer, sin duda.

Si tenéis un ratillo (una hora y 26 minutos exactamente), ahí va la peli resumen de la serie de dibujos animados:

https://www.youtube.com/watch?v=whjTUwhsNq8

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