No desatemos la furia de los dioses, no hagamos saltar a las fieras, no multipliquemos los gremblins, no echemos aceite a la sartén caliente ni tengamos que llamar al exorcista. Hay comentarios que no se puede hacer a un influencer. A ver, como hacer, se puede hacer. Pero lo que se dice bonito, no está.
Estamos hablando de que existen personas, que no son pocas, que son líderes de opinión y dedican horas y horas a pensar, crear y compartir contenidos de calidad y lo que dicen, hacen y muestran tiene un peso para la comunidad, su comunidad. Es decir, hablamos de personas trabajadoras, generosas y respetadas. ¡Y tienen corazón! Puede que particularmente no estemos de acuerdo con lo que unos u otros compartan, ¡perfecto! ¡Variedad! Por eso no hay mayor acto de libertad en las redes sociales que seguir a alguien o dejar de hacerlo, expresarle tu opinión o aportar tu crítica. La clave es el respeto.
Con todo y con eso, hay frases que caen como puñetazos en la boca del estómago. Es el ego creativo de influencer el que resulta dañado…
“Yo también podría hacer lo que tú haces”
Pues hazlo.
“Sales muy bien en las fotos, no pareces tú”
Golpe bajo. Pero saber posar es casi una virtud y tener un buen fotógrafo, un privilegio.
“¡Qué bien vives! ¡Siempre de fiesta!” o “Es que como tienes tanto tiempo libre…”
Mantener una agenda apretada de eventos no es nada fácil. En muchas ocasiones hay que hacer encaje de bolillos para cuadrar jornada laboral/familia/casa con la asistencia a diversidad de actos. Hay que sacrificar horas de sueño y vida social (aunque no lo parezca) para ganar experiencia, hacer contactos, especializarse en aquello que te apasiona y hacerte un hueco, un nombre. ¿Morro? Actitud.
“¡Qué suerte! Tienes un montón de amigos”
Roberto Carlos solo hay uno… Cuanto más se mueve uno, más gente conoce. Pero no confundamos followers ni conocidos con amigos. Un influencer es una persona como otra cualquiera…
“Si a mí me lo regalaran todo, también vestiría así de bien”
El estilo, la visión, el criterio no vienen en paquetes. Ni a un influencer le regalan todo ni viven ni visten de otros. Y, bueno, en caso de ser así cada enero tenemos una oportunidad todos. ¡El día de Reyes, a demostrarlo!
“Los blogs están pasados de moda”
Claro, por eso se crean unos 120.000 blogs al día. Siempre hay algo que contar y un enfoque nuevo por descubrir. Mientras haya personas estará de moda contar cosas.
“¿Trabajar? Eso es exhibicionismo”
Elaborar un contenido de calidad es digno de poner en valor. Mostrarlo es un acto de generosidad. El resto, subjetividad.
“¿Y tú te crees un experto?”
Hablar de un tema y especializarse en él, estar en constante formación y en contacto con fuentes acreditadas y que la comunidad te considere relevante. Eso es ser influencer. ¿Creer en uno mismo? Por supuesto.
“Eso ya se lo he visto/oído a otro”
¿Quieres decir que es poco original o que ha copiado? Habrá quien lo haga. Pero existe algo que se llama tendencias y hay referentes que tienen sus propios referentes. La imitación es una inclinación humana natural, todos aspiramos a parecernos a alguien. A “muchos alguien” en realidad. Y, bueno, a veces pasa como con los chistes ¿quién lo inventó primero?
“Eres muy friki”
Según la RAE, tres acepciones: extravagante, raro o excéntrico; persona pintoresca y extravagante; y persona que practica desmesurada y obsesivamente una afición. En la mayoría de ocasiones utilizamos el término con mucha ligereza y popularmente tomamos una connotación negativa. Pero ¿pintoresco, extravagante? No está del todo mal, ¿no?
“¿Y de qué te sirve que te siga gente que ni conoces?” o “Hashtags en inglés… ¿Para qué?”
Pero ¿y por qué no? Pues porque contar algo al mundo no tiene destinatario único. Y a quien no le guste, que no mire.
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