Excepcional: Que se aparta de lo ordinario o que ocurre rara vez. Así fueron casi cien años de invención sobre la invención de Pablo Picasso. Vivió para crear entre luces y sombras, marcando a personas, vidas, la pintura, la escultura, la historia, la eternidad. Siempre rodeado de palmeros y currantes; de mujeres enamoradas y al fin hastiadas por competir contra pinceles, ego y fama; de cadáveres de amistad abandonados en cunetas de la vida; de la soledad elegida -o no tanto- que llenó estudios y paletas de color.
Hizo lo que quiso, magistralmente. Y lo hizo porque podía: “Pintar como los pintores del Renacimiento, me llevó unos años, pintar como los niños me llevó toda la vida”. Revelador, ¿no?
Siete nombre para un ser complejo: Pablo, Diego, José, Francisco de Paula, Juan Nepomuceno, María de los Remedios, Cipriano, de la Santísima Trinidad. Miles de palabras y frases que describen al artista. El influencer del caos no casual. El narrador de lo imposible que traemos hoy a nuestro terreno:
Picasso pintaba y esculpía por necesidad vital, escribía su diario con cada trazo y forma. Casi sin pensar pero muy consciente de sus por qué. ¿Sois conscientes de que cada post, cada foto, cada tuit, vuestras galerías, vuestros timelines… son auténticas biografías?
Pensar, crear y compartir es una forma de vivir y contar la vida. Queremos pintar algo y con un alto reconocimiento. Estamos escribiendo nuestros propios diarios a diario.
¿Qué queréis ser? El reclamo de influencers por parte de las marcas es cada vez mayor. Pero hay una diferencia abismal entre ser reclamado por la importancia de nuestra presencia en las redes y la aceptación de la comunidad y querer llegar a las firmas de cualquier manera, falseando followers, convirtiéndonos en “chicos anuncio” o apelando al cobro más que a la experiencia.
Para vendernos -siendo para nosotros el más preciado producto en el mercado-, para incluir en nuestras biografías una historia sugerida por otros, hay que creer en ello. La mejor manera de contar bien lo que hacemos y somos es exprimiendo el jugo de cada minuto. Se trata de elegir entre ser “pintores” o “artistas” de nuestras propias exposiciones públicas.
Así, como influencers, vivimos experiencias, acudimos a eventos, probamos productos… Y aunque pueden esperar en concreto una lectura de nosotros, aunque tenga a cambio una compensación, a pesar de que en el día a día nos perdamos en la gestión de nuestra opinión y no en su libertad, no hay que perder la perspectiva: ser influencer es encontrar, sentir y ofrecer. Es ser un poco Picasso, sin miedos.
Parece una contradicción. Siempre hablamos de tener claro nuestros temas y medir nuestras palabras. Tener una dirección hacia la que queremos ir y tomar decisiones con inteligencia. Pero es importante no perder la capacidad de sorpresa, espontaneidad, chispa, originalidad, lo que nos hace diferentes.
Así es. ¿Qué nos gustaría encontrar, ver, leer y nadie nos da? Hagámoslo. ¿Qué he encontrado por ahí que me gustaría haber hecho yo antes? Mejóralo. ¿Qué podría aportar para impresionar? Invéntalo.
“Puede quien cree que puede, y no puede el que cree que no puede. Esta es una ley inexorable”, también dijo.
Si todo es mediocre, es fácil destacar. El respeto a las aportaciones ajenas es clave para innovar. Si hacemos algo decadente, no importa. Si en nuestro espíritu siempre está la mejora, seremos más influencers.
Al final, lo más inteligente es competir contra uno mismo. Ubicados aquellos perfiles, bloggers y personas a los que nos gustaría parecernos o las de cuya imagen queremos huir, ponerse en jaque a uno mismo es la clave. No hay que relajarse. Llegar a tener una alta reputación en las redes se convierte en una responsabilidad, satisfactoria pero responsabilidad al fin y al cabo. Y mantenerse es tan complicado como llegar.
Quien dice viejo dice joven, novato, inexperto, pasado de moda, poco influencer o demasiado encasillado. No hay más límites que los que uno mismo se imponga. Si queréis ser expertos en un tema hay que ir a por ello. Leer mucho, escribir más, interactuar con los prescriptores de ese sector, familiarizarse con las marcas, probar cosas nuevas… Que nos den un “no” nunca debe ser suficiente para abandonar.
Formación constante. Llegar a controlar algo o la manera de hacerlo es dejándose influir para influir luego en otro. Siempre, casi cada día, somos nuevos en algo. Por mucho que “controlemos”, alguien sabrá más o lo estará contando mejor. Aspiremos a ser al que miren y lancémonos a hacer lo que no sabemos. Dos son las herramientas: decisión y humildad. Así, un mundo de retuits y follows está por llegar.
Fuera ruidos. Adiós a lo que no nos sirve. No hay por qué aceptar productos o propuestas que no van con nuestro estilo. “Arte”, ser influencer, es saber quienes somos, hacia dónde vamos y dejar por el camino lo que no nos define. Hacer por compromiso es dejarnos perder un poco.
La gran frase, el gran tópico. Un tuitero, un blogger, un instagramer, un… influencer no sólo trabaja cuando comparte. Está constantemente viendo, oyendo, leyendo, imaginando, escribiendo. Que la musa no llegue es para él impensable. No se fuerza. Estar es compartir. Y si así no ocurriera no estamos hablando entre influencers.
¿Qué estás pensando? ¿Qué vas a mostrar hoy, aquí, justo ahora? Disfruta de tu condición. Eres un influencer.