Poner etiquetas a alguien. Colgar un sambenito. Apodar. Clasificar. Nombrar. Definir. Resumir. Inventar nuevas frases, chistes, expresiones. Desarrollar una jerga. Ser original, diferente. Que alguien te siga la gracia y replique tu aportación. Todo eso no es un invento de ahora. No hacía falta conocer ni usar las redes sociales para andar por la calle y al ver a cualquier persona no saltara en el cerebro una reflexión o idea al respecto.
Una señora con un llamativo color de pelo: “te has pasado con el tinte”. Un señor con traje color crema, sombrero de paja y bigotes peinados: “galán trasnochado”. Una niña con un lazo enorme en la cabeza que le hace perder el equilibrio: “esa madre jugando a las muñecas”. Un chaval que se inventa un plato y España alucina: “león come gamba”. Y así, sucesivamente. ¿Qué hemos ganado? Una almohadilla, espacio y plataformas a través de las cuales hacer virales nuestros pensamientos e ingenio. Y lo más importante, en comunidad.
Así pues, un hashtag es de esas cosas de hoy que no sabíamos que ya usábamos y que podían tener un nombre. Las redes sociales han rescatado de nuestra forma de actuar tradicional e individual para trasformarlas en inventos modernos y globales. No está mal.
En realidad, todas estas ‘moderneces’ son fruto de la lógica y se gestionan a base de sentido común. Sin embargo, conviene explicar en voz alta para qué sirven, cómo se deben crear y usar y dónde nos dirigimos con ellas:
– Lanzar temas, reflexionar
– Informar e informarse en tiempo real de lo que ocurre
– Organizar y clasificar la información
– Contextualizar la información
– Movilizar, involucrar a más y más personas, hacer comunidad
– Facilitar las búsquedas
– Recomendar
– Vender y venderse, dar visibilidad
– Generar y demostrar sentimiento (connotar los comentarios del tono con el que se realizan como humor, crítica, sarcasmo…)
– Pensar bien qué queremos expresar y escoger bien las palabras, debe tener sentido en sí mismo
– No hacerlo muy extenso (juntamos las palabras sin espacio y debe ser fácil de leer y recordar)
– Apelar al humor y la originalidad
– Comprobar que no exista previamente
– Procurar que sea compatible con distintos tipos de mensajes ya que intentaremos sacarle el máximo partido sin que la idea sea repetitiva ni se agote en sí misma
– Cuidar la ortografía
– Aprovechar las expresiones de moda
– Evitar dobles sentidos (en relación a palabras que tienen significados diferentes según países)
– Para enriquecer un comentario y hacer más atractivas nuestras propuestas
– ¡Sin hacer trampas! Los hashtags a usar deben tener relación con el mensaje al que va asociado. No es correcto utilizarlos por intentar captar lectores…
– En combinación con un hashtag más como máximo (en Twitter contamos con 140 caracteres y no es conveniente saturar al lector ni ofrecerle comentarios incomprensibles)
– Con estrategia (la espontaneidad no está reñida con el uso inteligente)
– Con insistencia (que no ‘cansinerío’)
Prueba, sigue, comenta, infórmate, crea, disfruta y haz memorables tus ideas. ¡#Piensaenhashtag!