Para pocos está reservado el privilegio de tener a medio mundo loco por sus huesos. En el caso de Cervantes continúa ocurriendo, literal y figuradamente, cuatro siglos después de haber pasado por este mundo, dejándolo repleto de letras, negro sobre blanco, objeto de estudio, culto, veneración y respeto.
Miguel de Cervantes Saavedra fue un genio excepcional, innovador, arriesgado e impetuoso. Su vida estuvo llena de aventuras y su mente, de historias incontrolables que supo narrar con una maestría viral, con un eco que atraviesa cualquier barrera del tiempo.
Su producción bibliográfica no es extensa, pero sí variada tocando tantos palos como su ingenio le permitió atreverse, desde la novela bizantina a la satírica, pasando por la pastoril y la picaresca y de la poesía al teatro. Osó innovar en un contexto en que todo parecía inventado y criticó con la contundencia de un trabajo impecable.
Así se impone al paso del tiempo una persona genuina, con personalidad y la valentía suficiente como para lanzar una propuesta al mundo, la suya propia, juntando caracteres con un mensaje propio. Que el mundo, entonces y ahora, se haya identificado con él ha sido un regalo. Cervantes hizo una propuesta y una apuesta y ganó. La fama y el respeto, la eternidad humana. Fue viral sin pretenderlo y sigue siéndolo sin saberlo.
Hoy hacemos entrar a Cervantes en nuestra Influpedia porque está una vez más de actualidad, rescatando de entre decenas de restos óseos los que parecen pertenecer a su persona junto a los de su amada esposa y otras 14 personas más. Y se ha vivido el hallazgo y estudio arqueológico durante más de dos meses como una emocionante aventura histórica en manos de simple mortales que jamás llegarán a estar tan cerca de la genialidad.
Influencer de vida, litaratura, mentalidad y pasión por la vida, nos apropiamos de Cervantes con toda la intención de imitar su ímpetu y confianza en sí y en su obra. Sólo creyendo, salvando las dificultades y aprovechando los medios a nuestro alcance para ser únicos. Quizá no logremos que estén locos por nuestros huesos ni, obvio, ser un Cervantes de los 140 caracteres o que nadie algún día convierta nuestro paso por la vida o las redes sociales si quiera con 17.000 tuits como le ocurriera a Don Quijote. Pero tenemos la oportunidad de intentar de encontrar nuestro mejor Alonso Quijano y derribar nuestros propios molinos de viento. No hay fantasmas, no hay peros. Seremos lo que deseemos ser y con eso deberán recordarnos.