Los nombres de éxito van de boca en boca y, en este caso, de paladar en paladar. Es peculiar como cocinero, pero también como emprendedor y personaje viral. El coreano Danny Bownien se lanzó a la mezcla de sus raíces gastronómicas, las chinas, con el sabor de la cultura callejera norteamericana. Es uno de esos chefs que llaman hoy en día “de barrio” y en su caso apostó San Francisco en primer lugar y por el Lower East Side en Nueva York. El corazón del mundo como experimento y, finalmente, triunfo.
Lo ha logrado con las propuestas Mission Chinese y Mission Cantina. La fórmula es sencilla: combinar estilos, en la primera versión de comida china con americana y en la segunda, con mexicana en forma de tacos. Pero ha logrado la fama y gloria a base de ingredientes que por sí mismos, con la mera descripción, parecen un fiasco. No obstante, no lo olvidemos, estamos hablando de Nueva York y allí todo es posible: mesas pequeñas en un semisótano claustrofóbico jugando con sabores y formas en pleno reino de los lobos de Wall Street.
Pero entorno a Orchard Street, donde Bowien ubicó este Mission Chinese (el segundo de su carrera, tras triunfo del primero en San Francisco), también está lleno de esos modernos que marcan la pauta con sus elecciones y gustos para el resto del mundo. El propio chef es uno de ellos, completamente integrado en la vida neoyorkina, es ecléctico en su estilo personal, pasando de las camisetas a los trajes de chaqueta de colores, de pelo corto a largo y oscuro a degradados azul celeste, sutiles gafas a grandes de pasta…
Un poco más abierto de mente y espacio es el de Mission Cantina con una carta llena de sorpresas (con erizo de mar y corazón de vaca o pollo con pulpo) a precios muy económicos.
Danny Bowien representaría pues la genuinidad hasta sus últimas consecuencias. El resultado de la prueba y error en la búsqueda de la propia identidad y la innovación aún habiéndola encontrado. Siendo original puede que no se alcance el éxito pero el éxito jamás se alcanza sin ser uno mismo.