Cleopatra Filopátor Nea Thea, o Cleopatra VII –un palito más que Felipe-, la Cleopatra que conocemos popularmente, la poderosa, la bella, la apasionada… era una auténtica espabilada. No en vano nació en el año 69 (a.C.). Y es que le venía de cuna: su padre era un corrupto más preocupado por tocar la flauta que por gobernar y se cargó a una de sus hijas (Berenice IV) para recuperar el poder que luego heredó nuestra protagonista a sus 18 años, a quien obligó a casarse con uno de sus hermanos pequeños. Así que se dijo: “Aquí el que no corre vuela” (seguro que todos lo visualizáis en jeroglífico).
Ella en realidad no era tan guapa, ya lo dejó claro Plutarco, pero “su trato era tal, que resultaba imposible resistirse” y “su lengua era como un instrumento de varias cuerdas que manejaba fácilmente y del que extraía, como bien le convenía, los más delicados matices del lenguaje” -¿Cómo te quedas?-. El caso, hablaba varios idiomas (egipcio, griego, hebreo, sirio y arameo) y formada en literatura, música, ciencias políticas, matemáticas, astronomía y medicina era una implacable conversadora. También era diestra en las artes amatorias pero no entraremos a siquiera comentar el apodo que le encasquetaron los griegos –quien tenga interés que rastree…- ¿Os imagináis con todo esto su bio en Twitter?
Pese a no tener la belleza de Elisabeth Taylor con la que muchos la relacionamos, seguimos hablando de un determinado maquillaje de ojos “como el de Cleopatra”, un peinado de melena corta y negra con flequillo “a lo Cleopatra” y si compramos un disfraz de egipcia es “el de Cleopatra”. Si es para un hombre, es “el de faraón”, a secas. Si esto no es ser influencer más de 21 siglos después, que baje Ra y lo vea.
La imaginamos con ropas vaporosas pero ya son tres las representaciones de la Reina del Nilo que se han hallado con ropajes de hombre. Estudiosos hacen tres lecturas: símbolo de poder, pereza de los artistas o de dejadez de la diva. Así que, amigos todos, podemos estar ante una vaga que supo negociarse la vida muy bien y sobrevivir en la Historia como un símbolo de muchas cosas. Bueno, hasta que decidió suicidarse con el veneno de una serpiente, dicen, viendo que no podía recuperar su trono tras un ir y venir de conflictos políticos y bélicos y de cruces amorosos pasando por las vidas y camas de Cayo Julio César, Marco Antonio y casada una vez más por obligación con el segundo de sus hermanos menores. Pero son cuestiones que se alejan de nuestro análisis…
Tiene más sentido aquí y ahora reconocerle otra de sus grandes especialidades: una precursora de los truquitos de belleza y el lifestyle. Cleopatra se aplicaba recién amanecido el día trozos de ternera para mantener fresca y tersa su piel. Se lavaba tres veces al día los ojos con agua de rosas (hervida con pétalos) y el rostro con un extracto de puerros. Y por la noche se metía entre pecho y espalda un chupito de licor preparado por su servicio y las noches de luna en cuarto creciente se recortaba las pestañas. Y ya conocéis los baños de leche de burra que los spas imitan hoy.
No sé vosotros, pero en Influencity la vemos a lo Isasaweis grabando sus vídeos en Youtube, twiteando y subiendo selfies a mansalva, revolucionando a ellas y a ellos con la idea de “pues no está tan buena, pero ahí va la tía”. Ese tipo de influencer al que no paras de criticar pero no puedes dejar de seguir.
La han tildado de “impulsiva, caprichosa, ingenua, espontánea, apasionada, diplomática y constante”. ¿Con cuántas de estas cualidades identificáis a la gente que seguís?